
Atardecer de invierno...
lleno de luna y pinceladas azules.
Brisa jugosa que invades mis huesos junto al mar.
Entregas el aroma de soledad convertida en sal.
Plácido estruendo de gotas que bañas las rocas.
Dejas rastro cuando tú ya no estás.
La voz tibia y sin aliento, el roce angustioso entre mis ropas.
La justa danza de pergaminos entre fabulas generosas.
Ya no estás para mirarte...
Ya no estás para adornar tus cabellos con mi suspirar...
Solo quedas tú con tu imagen al final en mi pesar.
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